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jueves, 19 de noviembre de 2020

Samadhi

Samadhi, la octava rama del yoga de Patanjali

Patanjali describe esta octava y última etapa de ashtanga, samadhi, como un estado de éxtasis. En esta etapa, el meditador se funde con su punto de enfoque y trasciende el Ser por completo. El meditador llega a darse cuenta de una profunda conexión con lo Divino, una interconexión con todos los seres vivos. Con esta comprensión viene la "paz que pasa todo entendimiento"; la experiencia de la dicha y estar en uno con el Universo. En la superficie, esto puede parecer un tipo de meta bastante elevada, "más santa que tú". Sin embargo, si nos detenemos a examinar lo que realmente queremos sacar de la vida, ¿no encontraríamos de alguna manera el gozo, la realización y la libertad en nuestra lista de esperanzas, anhelos y deseos? Lo que Patanjali ha descrito como la finalización del camino yóguico es a lo que, en el fondo, todos los seres humanos aspiramos: la paz. También podríamos pensar en el hecho de que esta etapa última del yoga —la iluminación— no puede ser comprada ni poseída. Sólo se puede experimentar, cuyo precio es la devoción continua del aspirante.
Samadhi no es un estado permanente, y al igual que las etapas anteriores (Dharana y Dhyana), Samadhi no se encuentra con nadie por accidente. Se necesita dedicación y esfuerzo, y una persona debe estar dispuesta a entrenar la mente e ir a lo más profundo

Por lo tanto, la gente tiene que practicar para ser ecuánime y traer más conciencia en ellos. Para algunas personas esto viene a través de viejos samskaras o impresiones. ¡Simplemente pasa! Puede suceder desde el nacimiento o a veces en un período particular de la vida. Para algunas personas, después de 30-40 años, de repente un día se abren a alguna experiencia espiritual. Tienen más conciencia. Desafortunadamente, la mayoría de la gente se desorienta.


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